Antes de escribir cuentos, escribía mi blog, antes del blog, escribía poesía, y antes que eso, escribía cuentos.
Sentado en la terraza del mall, vuelvo a escribir una entrada para "Estados De Conciencia Alterados", pues he decidido retomar esta forma personal de poner en orden todo aquello que se arma y desarma en mi cabeza, ficciones, percepciones y momentos, pues este es un medio perfecto y efectivo para llevar registro, a manera de bitácora, permitiéndome observar en panorámica el abanico de elementos que atraviesan mi ser.
Diferente a otras tantas veces, no estoy con un pucho en la mano, y decidí prescindir del café de maquina que me hace adicto y captura mi paladar con tanta facilidad, estoy transformándome, quizá temporalmente, quizá no, quizá suena a verga super hippie, chamanica, newage, pero no es tan así.
Tal vez estoy madurando, tal vez por primera vez veo mi interior y mi exterior con claridad, vivo una leve iluminación, lejos de ser evangélico o monje budista, pero seamos realistas, hay hábitos y vicios que debo modificar, y por sobre todo, me doy el lujo de navegar en mi subconsciente hasta lo mas profundo, tal como lo describe David Lynch en "Atrapa el pez dorado", si quieres atrapar pequeños peces, pequeñas ideas, basta con pasar una red por la superficie del agua, pero para capturar grandes ideas, los peces mas grandes y monstruosos, debes sumergirte en las aguas mas oscuras y profundas, bucear y depredar, como el calamar en mi brazo, y pienso en este estado de lucidez, mientras suena The Passenger en mis audífonos.
Bienvenidos (nuevamente) a "Estados De Conciencia Alterados", un trozo de realidad visto a través de mi propio prisma, ese espacio donde la realidad, la ficción, el tiempo y la lógica se funden en una sola masa, en una continua experiencia de un presente continuo.
Hoy me toca socializar, es fin de semana, hago caso a Pía, no te puedes aislar totalmente.
(Escrito hace unos dias, no se cuando)
Estados de Conciencia Alterados
Transgrediendo los limites espacio-temporales. Imaginación y Subconsciente. Para mentes absurdas, television absurda, para mentes psiconautas, estados de conciencia alterados
domingo, 3 de abril de 2016
jueves, 31 de marzo de 2016
Blog 000
Acuartelado en un bus rugiente, en la carretera, en un lugar donde no tengo pico idea, tomo el lápiz y me pongo a escribir, la lluvia corre por la ventana, y no es otro cliché basura, voy camino a Puerto Montt, alguien en el pasillo habla, dice que en Puerto llueve torrencial, palabra poco frecuente para un Serenense como yo, incluso exótica, en Serena jamas llueve torrencial.
Me pongo en extremo reflexivo, debió ser el pito, estuvo bueno, me gusta el trueque, especialmente cuando alguien se encanta con alguna de mis fotos, en fin.
Analizo ese rito de paso, en que el "protoartista" (definiendo así al individuo que habiendo iniciado experimentando con diferentes tipos de arte, se decide a producir y crear de manera constante, y que busca solidificar su trabajo), comienza a buscar un algo transversal y profundo que de poder a tu obra, un hilo conductor que transforma al individuo en autor, y le da identidad, dejando atrás la etapa del collage de otras influencias, varios muertos, otros añejos, y unos pocos jóvenes y actuales, vanguardistas les dicen, que se arriesgan a hacerlo diferente.
Entonces me doy cuenta, el artista, como tal, es un ser humano libre, capaz de entregarse a percibir el mundo tal cual es, experimentándolo en su totalidad y sin miedo, sin prejuicios, para dar paso a descubrir su universo interno y externo en su terrible profundidad, olvidándose a ratos de la incomodidad, dejándose llevar por la entropia total, permitiéndose ser percibido, pues la meta del creador no esta en el lujo o en la fama, esta en experimentar y jugar con las posibilidades, es obsesivo, desquiciado y esta loco, y no necesita nada mas.
Y digo mierda!, estoy cagado, voy a terminar, loco, hippie, rayado, excéntrico, etc, pero feliz, quedan horas de viaje aun, quizá sea buen momento para experimentar, y ver una película a medias, sin audio, en un bus.
Me pongo en extremo reflexivo, debió ser el pito, estuvo bueno, me gusta el trueque, especialmente cuando alguien se encanta con alguna de mis fotos, en fin.
Analizo ese rito de paso, en que el "protoartista" (definiendo así al individuo que habiendo iniciado experimentando con diferentes tipos de arte, se decide a producir y crear de manera constante, y que busca solidificar su trabajo), comienza a buscar un algo transversal y profundo que de poder a tu obra, un hilo conductor que transforma al individuo en autor, y le da identidad, dejando atrás la etapa del collage de otras influencias, varios muertos, otros añejos, y unos pocos jóvenes y actuales, vanguardistas les dicen, que se arriesgan a hacerlo diferente.
Entonces me doy cuenta, el artista, como tal, es un ser humano libre, capaz de entregarse a percibir el mundo tal cual es, experimentándolo en su totalidad y sin miedo, sin prejuicios, para dar paso a descubrir su universo interno y externo en su terrible profundidad, olvidándose a ratos de la incomodidad, dejándose llevar por la entropia total, permitiéndose ser percibido, pues la meta del creador no esta en el lujo o en la fama, esta en experimentar y jugar con las posibilidades, es obsesivo, desquiciado y esta loco, y no necesita nada mas.
Y digo mierda!, estoy cagado, voy a terminar, loco, hippie, rayado, excéntrico, etc, pero feliz, quedan horas de viaje aun, quizá sea buen momento para experimentar, y ver una película a medias, sin audio, en un bus.
lunes, 28 de septiembre de 2015
Ascensión
Camino confundido, mis ojos se
pierden entre tanta oscuridad, llevo el estómago aplastado frente a la implacable
inanición, mis pulmones apretados no me dejan respirar, me asfixio, estoy
demasiado cansado, aun cuando ya debería haber caído hace tiempo. Las piernas
me tiemblan como espigas luchando contra el viento, mis músculos se niegan a
trabajar correctamente, aún tengo en la boca el sabor rancio del pan duro, ese
que guardaba en mi bolsillo, tengo la sangre hecha grumos, corre espesa por mis
venas duras, todo mi ser se pone lento, quizás no valga la pena seguir, pero
debo continuar, no quiero morir aquí sentado, necesito salir con dignidad, ser
miserable, pero libre.
El camino es largo en extremo, la
horas se vuelven días, el tiempo se muere y mis pies piden a gritos un
descanso, a estas alturas mi cerebro ya no piensa como antes, todo se pierde y
se enreda, quizás debí notar antes mi nula capacidad de cálculo, debí saber que
sin el Flaco nada sería igual, todos esos intentos de escape y regreso impune
habían sido su idea, la vida pacífica en lo subterráneo, ocultos por allí, con
otra cara, con otro nombre, con la patilla larga y comiendo de manos ajenas,
engordando o adelgazando según la suerte, ahora todo sueño se veía mucho más
borroso que de costumbre.
Sé que vale la pena seguir
caminando por este túnel donde no alcanzo a ver siquiera mis manos, donde mi
vista se quema con el vacío, sólo el sonido de los ratones corriendo por
doquier me calma, me avisa que aún estoy vivo y que aún no me convierto en un
cadáver mosqueado, alucinando en el purgatorio. La sed me aplasta, las horas
pasan y los pies me lloran, me queman como si sudaran sangre, puede que en
verdad sea así, no se podría esperar más tras todo este tiempo, andando en la
soledad inquebrantable de este antiguo túnel, lleno de trozos de carbón, los
que alguna vez cayeron fugitivos desde los vagones que los secuestraban, sueños
de libertad que yo también comparto con ellos, se me corta el aliento, el
cansancio se cuelga de mi pecho y adelante, un punto de luz me muestra la
salida. Respiro el aire húmedo, el olor a tierra mojada refresca mi aliento que
de a poco se desvanece, la piel seca y empolvada envuelve mi ser marchito, me
caigo a pedazos, estoy cada vez más cerca del final, de la luz al final del
túnel, cada vez más lejos de lo humano y más cerca de lo divino. Mi destino es
confuso, la luz se acerca, sigo caminando a pasos cortos y torpes, me acerco al
sol, o a la lluvia, o lo que sea que me espere allá afuera, una infame alegría
invade lo que me queda de alma, no puedo evitar los escalofríos que recorren mi
espalda huesuda. Mientras más me acerco, la luz abandona su aspecto de farol encendido,
por más que camino no consigo salir, pero no sirve de nada desesperarse ni
dolerse, nada más malo puede pasar, nada peor que morir de hambre y en medio de
un túnel, tieso y olvidado, entre ratas hambrientas, en el espesor de esta
noche vacía y artificial.
Mi ritmo de marcha se quiebra,
estoy a sólo metros del universo, y aunque en verdad detesto este túnel maldito,
que me ha cobijado y tragado, sé que me lleva de vuelta a la vida
Me palpita el cráneo, el corazón
se me sube a la cabeza, mis rodillas escuálidas bailan fatigadas, un solo disparo
rompería mis oídos y fracturaría mi alma, tanta fragilidad me atormenta.
Falta poco, en frente de mí
aparece la boca del túnel, la luz me encandila, me quedo de pie, ardiendo,
esperando el punto final, el momento decisivo, respiro, mantengo y exhalo, me
decido, es hora de salir. La luz flamígera quema mis ojos que se cierran en
contra de mi voluntad, intento recuperar la lucidez tan rápido como puedo, la
colorida y dulce visión del mundo demora en aparecer, es difícil calibrar mis
pupilas frente a luces y sombras, tapo el sol con mi brazo, e intento ver más
allá.
Parpadeo de forma torpe un par de
veces, hasta al fin percatarme con una asfixiante impresión, que ahí en frente,
esperando por mí, se encuentra una cuadrilla de cascos y uniformes verdes, botas
negras perfectamente lustradas, todos en fila y formados, , me observan, me
retienen, el brillo de los aceros fríos y negros me electrocuta, solo queda la
horrible sumisión ante sus metrallas.
viernes, 25 de septiembre de 2015
On Fire
Y he aquí la escena grotesca en
la que me encuentro, soy un adolecente paliducho, bastante borracho, sin camisa
y con el pantalón abierto, con los dedos y la boca rebosantes del olor del sexo
femenino y los nudillos manchados con la sangre de otro sujeto sobre el cual me
hallo de rodillas. El otro tipo, bastante golpeado y aturdido, intenta gritar
que me detenga, le faltan varios dientes, los que se hallan regados por todo el
piso de cerámicos, la sangre no le permite hablar con claridad, el público
llena los pasillos y murallas, nadie dice nada, nadie graba con el celular,
están en shock, alguien vomita, no sé si de asco o borrachera, segundos de
silencio, y es entonces cuando me doy cuenta de cómo he llegado aquí.
Todo comienza con Ana, mi
pseudopolola, con ella todo había colapsado hace tiempo, vivía conmigo hacía
cerca de dos años, éramos la pareja perfecta, pero hasta la pareja perfecta se
aburre de la monotonía y la monogamia, hasta un capítulo repetido de los
Simpson en canal trece me entregaba más adrenalina que salir con ella, ambos ya
preferíamos pasar el día separados, haciendo nuestras cosas y nuestras vidas, y
nadie se metía en los problemas de nadie. De vez en cuando salíamos de noche
por separado y luego, al vernos, reconocíamos nuestras sínicas sonrisas de
placer, ambos jugábamos sucio, lo sabíamos en secreto, buscábamos emoción en
personas ajenas, por mi parte me encontraba saliendo esporádicamente con tres
chicas más, todas se habían ofrecido voluntariamente a entregarme el cariño y
la satisfacción que Ana hacía tiempo se negaba a darme.
Hoy, como de costumbre, Ana y yo
saldríamos cada uno por su lado, ella a alguna fiesta en casa de algún
conocido, yo había quedado de salir con Camila, una de las tres chicas, la que
más me amaba, ella ofrecía prácticamente su vida para complacerme, aún sabiendo
que mi corazón se retorcía por Ana.
A las nueve y cuarto me encontré con Camila,
nos miramos, nos besamos sin importar si alguien nos veía, en realidad ya nada
importaba, tomamos cerveza, nos reímos, recorrí sus muslos con mi mano,
disfrute la textura de sus medias, las que había comprado exclusivamente para
deleitarme, sin vergüenza, todo tenía un sabor más dulce esta noche. Salimos
del bar donde nos escondíamos y tomamos rumbo a la casa de Pablo, un amigo de
aquellos, fuimos a la botillería por cigarros y vodka, un agarrón disimulado,
una sonrisa coqueta y todo seguía normal. Caminamos varios minutos hasta la
casa de Pablo, había gente afuera, más amigos, más adolescentes perdidos,
borrachos y drogados, hambrientos de sexo delirante o de llanto descontrolado
según fuese el caso. Saludamos, cruzamos la puerta, y ahí, en medio del sofá,
estaba Ana, sentada, riendo y besándose con otro chico, el que descaradamente
tomaba su cuello, ese lugar que tantas veces había sido mi objetivo predilecto.
Su mirada metálica se cruzó con la mía, los nervios en la guata reventaron, la
mano del chico soltó la de Ana, el público no pudo disimular los sonidos y
vocales de asombro e incomodidad.
Dejé a Camila paralizada junto a
la puerta, caminé hasta donde estaba Ana, la besé en la mejilla, le dije:
tranquila, sigamos en lo que estábamos, ya habrá tiempo para hablar. Le sonreí,
me volví hacia Camila, la bese en la boca, le dije que todo estaría bien y
salimos a fumar. Todo acontecía con total normalidad, la gente se preguntaba si
con Ana habíamos terminado sin tener el valor de preguntar, todos hicieron
vista gorda de lo sucedido, a ratos nos cruzábamos para buscar hielo o para
salir a fumar, pero solo éramos dos personajes más en la fauna nocturna de la
casa de Pablo.
Cinco vodkas encima, camino al
baño y me encuentro a Ana masturbando al chico por sobre el pantalón, la miro a
los ojos, escupo al suelo y me doy la vuelta; voy a buscar a Camila, “ven,
sígueme”, una mirada sugerente y ella cae en la trampa, la tomo de la mano y la
llevo escaleras arriba, la arrojo contra la muralla, la beso, busco con mis
dedos bajo su falda, rompo las medias con mis uñas y hundo mis dedos en la
cálida humedad de su entrepierna, volteo hacia la puerta de una habitación
oscura y antes de poder arrastrar a mi presa escucho una voz: “Ignacio, ¿a
dónde vas? hablemos”, Ana se acerca e ignorando la presencia de Camila me toma
de la camisa y me arrastra adentro.
No dijo nada, cerró la puerta con
pestillo y me reventó los botones de la camisa de un solo tirón, me lamió el
pecho, se agachó, con precisión desarmó mi correa y pantalón, comenzó a
chupármela como si no hubiera mañana. Lo que podría haber sido uno más de los
tantos encuentros sexuales de la noche ocurridos en la casa, se transformó en
el acto principal, nuestra naturaleza depredadora no nos permitió pasar
inadvertidos, bastaron sólo algunos minutos para que nuestros ruidos exagerados
alertaran a toda la casa.
Sin vergüenza alguna nos dimos el
lujo de follar casi hora y media, a grito pelado, sin asco, mientras desde
afuera nos gritaban y silbaban, nos hacían barra, la hermana de Pablo nos pedía
que no mancháramos las sábanas, demasiado tarde, nuestros cuerpos sudados se
revolcaban agotados sobre el caos de la cama, que ahora se desarmaba por todas
partes. Respiramos un poco y mientras me ponía los pantalones alguien comenzó a
patear la puerta, todo acompañado del mismo grito que se repetía “¡maraca culiá
abre la puerta!”, la chapa cedió, la puerta se abrió con un latigazo violento,
una sombra ingresó iracunda y antes de poder siquiera reaccionar, vi entrar la
imagen difusa del amiguito de Ana, quien la botó a piso de un solo puñetazo en
la cara.
En un lenguaje alcohólico
balbuceaba “hueona maraca, me dejaste en vergüenza delante de toda la gente”,
algo más iba a decir creo, cuando lo interrumpí de una sola patada en el
hocico, a pata pelá. “Mejor ándate hueon, deja de dar pena”, dije, le ayudé a
pararse, lo bajé por la escalera y lo acompañé a la puerta. Por un segundo, de
verdad, en mi inocencia creí que había sido suficiente para él, que se iría
derrotado, pero estas cosas no pasan en la vida real, el hombre caminó hacia la
reja, se agachó y agarró una botella de vino, bebió el concho, dio la vuelta y
comenzó a devolverse hacia la puerta. Quizás, en otro lugar, en otro momento,
con otro contrincante, habría tenido alguna oportunidad, pero como ya dije, la
vida real no es así, yo era un verdadero adicto a la ultra violencia, cuando
pendejo me gustaba juntarme con mis amigos a sacarnos la cresta en los recreos,
sólo por el gusto de pelear, de sentir la adrenalina en los labios, del dolor
de la lucha de llevar nuestros cuerpos al límite, he peleado a combo limpio
casi toda mi vida, por años, incluyendo la semana pasada; el tipo caminaba
hacia mí con una sonrisa distorsionada, y yo lo esperaba igual de sonriente.
El tiempo se detuvo como tantas
otras veces, vi su brazo levantarse, vi la mueca de ira en su rostro, vi cómo
las luces de la calle atravesaban el vidrio verde de la botella alzándose en su
mano, quise darle en el gusto, como si fuera un juego, me corrí sólo lo justo y
necesario, el borde de su arma golpeó mi frente y siguió su curso. Cuando su
muñeca estaba frente a mi pecho liberé la tensión, tomé su mano con toda mi
fuerza y la giré en contra, hasta que su carne dejó el hueso albino asomarse
ensangrentado, al mismo tiempo que mi codo hacia volar sus fracturados dientes
por todas partes, la excitación me invadió, cuando el cuerpo lánguido aterrizó
me monté sobre él, y lo golpeé en la cara mojada tantas veces como me fue
posible, el aplauso de mi puño desnudo en su piel era casi orgásmico, algo me
quemaba en el estómago.
sábado, 5 de septiembre de 2015
La Puerta
Como todas las mañanas, prendí la
radio, me fume un pito y comencé la rutina, la ducha, los pantalones arrugados,
el pan frio, la chaqueta promesera y a la calle.
Aquí comenzó lo complejo, como
cada día debía pasar cinco cuadras para tomar la micro, lo trágico es que solo
podía tomar “ese” camino; digo trágico debido principalmente a un detalle realmente
importantísimo: justo en mitad de la tercera cuadra había un estrecho pasaje
que había visto cientos de veces en mis sueños recurrentes cuando era pendejo.
Me refiero a que fueron
incontables las idas al psicólogo, las regresiones, los exámenes psiquiátricos,
y nadie pudo nunca explicar el origen del puto sueño que me asaltó todas o casi
todas las noches durante años, sin embargo, ahora que vine al vivir Cerro Santa
Gloria, encontré dicho pasaje materializado.
El primer día que advertí la
situación entre en pánico, llegue a la casa con una taquicardia psicótica que
tenia de fiesta a mis neuronas, colapse por algunas horas, y en cuanto pude
recobrar la calma, comencé a pensar en soluciones rápidas, simples e incluso absurdas.
Entre tanta idea estúpida, me
decante por la más barata y acorde a mi personalidad: fumarme un pito cada
mañana, salir de la casa escuchando mi música a todo chancho mientras miraba
fijamente al suelo, así, llegando al pasaje, seguro mi cerebro estaría distraído
en cualquier otra cosa; el gran problema es que ya había caminado dos cuadras y
mis audífonos no aparecieron.
Sin darme cuenta había avanzado
hasta la entrada del pasaje “La Tortuga”, y de pronto, al mirar hacia la
izquierda, mi cerebro se apagó e inicio un inquietante piloto automático.
Mi sueño de pronto se había
vuelto una película en 4D, veía con claridad las mismas casas, la misma
secuencia de colores, las puertas viejas, las mismas ventanas abiertas en las
mismas posiciones, todo tan perfectamente recortado que el mundo allá afuera se
destruyó en mi presencia.
Comencé a caminar de forma
involuntaria, cada paso exactamente como lo recordaba, observe sin prisa cada
fachada, cada error en la pintura, todas las plantas y flores marchitas; me
detuve donde me debía detener, subí los seis escalones correspondientes y di
los mismos rítmicos tres golpes que sabía iba hacer sonar, piloto automático
desactivado, los nervios inundaron mi espalda, apreté los dientes.
Se escucharon pasos acercándose
tras la puerta, me hirvió la sangre, alguien del otro lado quitó la cerradura y
lentamente abrió la puerta, dudé un segundo, levanté la vista, y ahí, frente a
mí, estaba yo, yo mismo, la misma cara, la misma chaqueta, el mismo pantalón
arrugado, me sonrío, me abrazó y me dijo: “pasa, te estaba esperando”.
jueves, 3 de septiembre de 2015
Cambios de luces
La
línea punteada avanzaba entre mis piernas como una larga culebra seccionada, el
duro asfalto era mi pista y se posaba firme bajo mis pies, los insectos
sulfurados me esquivaban, mi ritmo se confundía con la sinfonía de bocinas
disparadas por los conductores furiosos, si Moisés abría las aguas, yo
desarmaba la carretera; el sol se diluía en el cielo pálido y gris , manchando
lentamente las nubes en tonos violetas y anaranjados, se alejaba hasta perderse
detrás de los vehículos que paseaban iracundos junto a mí.
Aun
caminando arribó la noche, los insectos ya invisibles de oscuridad, solo rugían
acelerados, mostrando sus ojos incandescentes, gritando desde sus entrañas
metálicas, exigiendo que me quitara de enfrente, pero mi camino estaba trazado,
extensa y blanca línea punteada, yo debía recortar con sangre su continuidad.
Los
pies gastados, el estómago colgando de hambre, la espalda chueca, toda una
tarde caminando, toda una tarde inmóvil esperando a mi verdugo, quien después
de largas horas se dignó a aparecer frente a mí, lucia colosal e inminente, no
hubo desvíos, no hubo cambios de luces ni claxon sonando, solo un conductor dormido
sobre el volante, enfundado en un enorme camión azul que avanzaba directo a mi
encuentro.
martes, 25 de agosto de 2015
Noche en la Disco
Desperté a las dos con la
campanita del camión del gas, saqué a pasear a los perros, desayuné en la
escasez del refrigerador y salí a vivir mi vida de pintor vanguardista, de
conversaciones superfluas, de sexo agresivo y vestir desenfadado, una tarde
lógica y lucida como cualquier otra.
Llegando a casa, una siesta, una
ducha, un café y al disfraz, ya no soy el chascón Eduardo, solo soy Eduardo, el
guardia de la disco.
Doce de la noche en punto, me
hallo de pie al fondo de la pista de baile, la locura nocturna comienza a
derramarse, los rostros desabridos y los cuerpos lánguidos vienen a
embriagarse, a excitarse, a liberar la putrefacción agónica de sus trabajos y
estudios, aquí el DJ es un chamán catalizador.
Un poco de tragos burbujeantes y
la fiesta prende para que los cuerpos despierten y se elonguen de a poco bajo el
instinto animal.
Voy al baño, por radio se ordena
observar al tipo de la camisa azul que fuma en la terraza, a mí me importa un
pico, yo solo me paro a mirar, soy una cascara de guardia, pero adentro, ¡ay
dios! Soy un perro esquizofrénico, quizás peor que los que se ven por aquí; me
la sacudo, la guardo, cierre arriba y de vuelta a la pista.
Corre la noche y el ritual se
hace evidente, besos, corridas de mano, bailes cada vez más exóticos y
vertiginosos, chicas sudadas y alborotadas, todo el mundo camina extraño, hay
caras de alegría, de arrebato, de nauseas, la música convulsiona delirante, las
cansadas mentes ya estallaron, están en otra dimensión, con otro idioma y
nuevas personalidades.
Ya la noche está por terminar, el
olor a sexo animal satura el aire, entonces DJ Sicario da su golpe de gracia,
su sonido se escapa a toda ley, a toda magia, la gente se revuelca convulsa,
sus ojos blancos, la espuma en la boca, los laser cambian su color, y empiezan
a girar con vulgar violencia, las luces estroboscópicas comienzan a cortar a la
gente, son minutos maravillosos, la multitud mutilada grita en éxtasis, brazos
y piernas volando, lluvia de sangre, las mujeres se desvisten, los hombres
eyaculan, hasta que ya nadie queda en pie, es una sola masa sangrante caliente
que aun vibra en decadencia, ahora todo el mundo yace en el suelo, deshechos y
catatónicos.
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