jueves, 3 de septiembre de 2015

Cambios de luces


La línea punteada avanzaba entre mis piernas como una larga culebra seccionada, el duro asfalto era mi pista y se posaba firme bajo mis pies, los insectos sulfurados me esquivaban, mi ritmo se confundía con la sinfonía de bocinas disparadas por los conductores furiosos, si Moisés abría las aguas, yo desarmaba la carretera; el sol se diluía en el cielo pálido y gris , manchando lentamente las nubes en tonos violetas y anaranjados, se alejaba hasta perderse detrás de los vehículos que paseaban iracundos junto a mí.
Aun caminando arribó la noche, los insectos ya invisibles de oscuridad, solo rugían acelerados, mostrando sus ojos incandescentes, gritando desde sus entrañas metálicas, exigiendo que me quitara de enfrente, pero mi camino estaba trazado, extensa y blanca línea punteada, yo debía recortar con sangre su continuidad.

Los pies gastados, el estómago colgando de hambre, la espalda chueca, toda una tarde caminando, toda una tarde inmóvil esperando a mi verdugo, quien después de largas horas se dignó a aparecer frente a mí, lucia colosal e inminente, no hubo desvíos, no hubo cambios de luces ni claxon sonando, solo un conductor dormido sobre el volante, enfundado en un enorme camión azul que avanzaba directo a mi encuentro.

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